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Desde el 2010 que está dedicada a la enseñanza rural y sus diez alumnos aprenden lo que es la conciencia ecológica.

El Año 2010 le preguntaron si deseaba “irse a rural”. No lo pensó dos veces para responder que sí. Y desde esa fecha que la profesora Soledad Molina Orrego se hizo cargo de la enseñanza de la Escuela Blas Hernández, de Chepiquilla, establecimiento que desde 1938 cobija a los niños que viven en el sector rural sur de la comuna.

Profesora rural y un solo alumno. Fue su comienzo como docente en Chepiquilla y eso la marcó en lo más profundo de su alma. “Sí, me marcó. He pasado por todos los tipos de educación y sus respectivos cursos, pero la enseñanza rural es bellísima y me encantó desde el primer día que llegué al establecimiento, tiene el Sello Ecológico ya que formamos ciudadanos con conciencia ecológica”.

La maestra de 41 años, madre de tres hijos y oriunda de Rivadavia, Vicuña, llegó junto a su madre a vivir en el sector de Churrumata, para luego estudiar en la Escuela Luis Cruz Martínez, el Liceo Pedro Regalado Videla (PRVO) y en la Universidad de La Serena, donde se tituló como profesora de estado en Educación General Básica. También tiene el título de Profesora de Educación Diferencial. Por lo mismo, cuenta que “la educación rural es más dinámica, totalmente despersonalizada y al ritmo del estudiante y sus progresos”.

La Maestra, que este año tiene 10 alumnos que cursan desde el 1° al 6° Básico, también trabajó como docente en el Liceo PRVO y en CEIA, “donde fui una de las que formaron el centro de estudio en la comuna. Cuando quedé sin trabajo, junto a otra profesora en las mismas condiciones, hicimos unas cartas a los apoderados de la escuela Luis Cruz Martínez para saber a quién le faltaba completar la educación. Con la documentación hicimos un catastro, golpeamos puertas y nos arrendaron unas salas en el Colegio Parroquial. Y cuando ya teníamos muchos alumnos, nos pasaron el edificio donde está actualmente el CEIA. No sé cuántos años trabajé ahí. Luego ejercí como educadora diferencial en el Liceo PRVO”.

Las Becas


En lo relacionado a su vocación, la maestra recuerda que cuando chica jugaba a ser profesora. Claro que cuando rindió la Prueba de Aptitud Académica quería estudiar Ingeniería Comercial, pero “dado mis bajos recursos tuve que esperar un año y dar la prueba de nuevo porque no me pude matricular en la Universidad Católica por falta de recursos”.

Señala que en esos años daban becas para incentivar a los postulantes a matricularse en pedagogías y “me fui por ahí, por el tema de las becas. Pero en el camino me reencontré con mi vocación. La docencia, eso era lo que me gustaba. Por tanto, no me veo en otra carrera y menos haciendo otras cosas. La enseñanza es dinámica, los días son distintos, trabajar con el ser humano es lo mío”.

La Vida

En cuanto a su futuro como docente, Soledad Molina Orrego indica que siempre ha dicho que “uno está en el lugar hasta cuando la necesiten. Soy maestra del alma, me gusta. Es lo que yo quería, lo que yo siempre soñé. Trabajo en un lugar tranquilo, me levanto feliz a enseñar y eso es una grandeza. Pocas personas pueden decir: Me voy feliz y tranquila a mi trabajo. Eso hace que la vida sea más grata”.

En sus horas libres, la docente cuenta que se dedica a regalonear con sus hijos. “A veces cerrando el portón de la casa, uno cree que es hora del hogar, pero hay situaciones que traspasan nuestro horario; pero siempre estamos dispuestos para nuestros estudiantes y a sus familias”.

También está aprendiendo a tocar guitarra, pasión que se dio en los tiempos más álgidos de la pandemia, además de escuchar música, donde destacan Mon Laferte y Violeta Parra. Y un fin de semana por medio, “me arranco al Valle de Elqui, donde nací. Tengo una casita allá; era un sueño que tenía y que hace poco lo concreté. Por lo tanto, me arranco y voy a la orilla del río a disfrutar un poco más de la vida”.